El tren y la energía en el mundo maya
(Texto ampliado de : https://www.jornada.com.mx/2020/05/31/opinion/018a1pol)
Jordy Micheli
jordymicheli.com 19/06/2020
Ha habido una mirada escrutadora sobre la Península de Yucatán por el proyecto del Tren Maya. Las preocupaciones sobre las afectaciones ambientales y sociales que puede provocar en subregiones de la Península han sido difundidas y ha dado pie a posicionamientos, en algunos casos, contrarios al proyecto en su conjunto. En un texto previo (https://www.jornada.com.mx/2020/02/06/opinion/018a2pol) expuse que éste era un tren que enfrentaba demonios, unos moraban en la preocupación socio-ambientalista y otros en el estancamiento y creciente desigualdad entre los tres estados de la Península.
Los tres estados peninsulares son distantes de la economía nacional y también lo son entre sí . Con datos de 2017, Campeche ocupaba el lugar 12 con 3.10% del PIB nacional, Quintana Roo el lugar 20 con 1.58 % y Yucatán el 22 con 1.44%. Pero en esta fotografía hay que tomar en cuenta que Campeche ha tenido una profunda caída en los últimos años, en tanto que Quintana Roo y Yucatán han tenido comportamientos de crecimiento. Estas diferencias se explican por el dinamismo de los sectores económicos claves de cada estado. Campeche cayó a una tasa de 5.3 % anual en su sector petrolero; Quintana Roo creció 4.7 % anualmente en el grupo de sectores de la economía turística y Yucatán creció 4.0 % en la manufactura. Todo esto referido al período 2003-2018, es decir, que éstos fríos números constituyen prácticamente la historia de la estructura económica peninsular en lo que llevamos del siglo. Esta diversidad, de continuar, producirá un mayor desequilibrio y presiones sobre el territorio. Campeche llegará al bajo nivel de los otros dos estados y éstos se conformarán con un modelo concentrador basado en la expansión de sus regiones urbanas.
En medio del fragor mediático que produce el Tren Maya, avanza sin tanta exposición el proyecto energético, que es, sin duda, una de las intervenciones de relevancia para la geografía económica del país, cuya polarización norte -sur fue el resultado de décadas de subordinación del Estado a los intereses económicos dominantes, a escala nacional y también global. Curiosamente, este proyecto se ha mantenido al margen de las líneas argumentales que, desde posiciones diferentes, coinciden en conservar una política territorial previa a la 4T. Es decir, el proyecto energético para la Península no es ni un “elefante blanco” ni un “megaproyecto”.
La Península ha sido sometida a un subdesarrollo energético que ha obstaculizado su crecimiento y el desarrollo económico y social. Entre los estados con mayor pobreza energética en los hogares se encuentran los tres de la Península. Los costos de producción de energía eléctrica en la Península son más elevados que en el resto del país. En la zona norte del país, el costo es entre 18 y 80 dólares por mega watt hora, en la zona central y sur del país, este costo se encuentra entre 80 y 120 dólares, pero en la Península, dicho costo es entre 160 y 190. De hecho, esta región, junto con la de Baja California Sur , constituyen los territorios con la energía, eléctrica más costosa del país y por ende más cara, con la diferencia de que hablamos de una población que representa 0.6% del total nacional en el caso sud-bajacaliforniano, contra una que es 3.9 % del total nacional en el caso de la península de Yucatán.
Fuente: https://www.prensalibre.com/vida/escenario/energia-mayas_0_650934968-html/
El corazón energético para la Península ha sido, desde 1999, el gasoducto Mayakán, que lleva el combustible desde Ciudad Pemex hasta Valladolid. El gas por allí transportado ha sido insuficiente tanto para su conversión en electricidad por parte de 5 plantas de CFE como para su uso en la industria de transformación. En 2019 las plantas requerían 310 millones de pies cúbicos diarios y recibieron solo 52. Ahora mismo se construye un ducto de 16 Km que conectará a Mayakán con el sistema troncal de gas natural que recorre la costa del Golfo y eso permitirá el transporte del volumen necesario de gas. Este proyecto de transporte del hidrocarburo se une a la construcción de una sexta planta de generación eléctrica a partir del gas, la cual aumentará la oferta eléctrica a la Península.
El proyecto energético privilegia necesariamente un destino urbano: la zona metropolitana cuyo centro de gravedad es Mérida. Con gas natural en mayor cantidad y energía eléctrica a menor precio, la urbanización crecerá y presionará las capacidades de planeación y las políticas sociales del Estado. La economía urbana, con sus servicios especializados y su manufactura, ganará aún más fuerza en la estructura regional. El gasoducto Mayakan se detiene en Valladolid, pero en algún momento será extendido hasta Cancún. De nuevo la energía disponible producirá efectos de metropolización acelerados en la parte noroeste de la península. La energía es una palanca de crecimiento insoslayable pero no hace milagros para el desarrollo si hay concentración y desigualdades previas. La Península crecerá más en donde ya crecía, pero no habrá menor desigualdad territorial si todo sigue igual.
La única manera en que la energía sea una fuerza de desarrollo -en el sentido clásico del término-, es que se creen nuevos polos de actividad económica, eso incluye parques industriales que usen gas natural, electrificación del transporte urbano, redes de frío, instalaciones turísticas y de esparcimiento con tecnologías inteligentes, mejores y más infraestructuras de salud y de educación, y un etcétera de intervenciones privadas y público-privadas que busquen la diversificación de producción de bienes y servicios. La conversión energética basada en gas natural y electrificación no debe significar la desatención de transiciones energéticas locales hacia fuentes renovables -que ya tiene brotes – pero es innegable que es el peso de la matriz energética tradicional basada en hidrocarburos la que va a causar una modificación en la economía peninsular.
El tren encarna un proyecto de movilidad a gran escala que puede orientar el desarrollo territorial y vertebrar respuestas económicas que permitan salir de la trampa de la desigualdad que, por si sola, no va a ser abatida por la conversión energética de la Península. El Tren Maya puede jugar un papel compensador, porque sin él, la fuerza expansiva de la metropolización de Mérida y de Cancún, acelerada por la conversión energética, fortalecerá los desequilibrios en la zona norte de la península y entre ella y el sur. Este desequilibrio es el caldo de cultivo para los fenómenos ya conocidos de territorios folclorizados, las “últimas fronteras” y en general de nuevas formas de ruralidad que tienen como común denominador el avasallamiento de territorios, indígenas o no, por la subordinación del mercado. En el cambiante mundo de las fuerzas productivas y del papel del Estado moderno, no todo está escrito sobre cómo se defiende la territorialidad social. Las iniciativas del tren y la energía en el mundo maya pueden abrir las puertas de un desarrollo innovador. Esa es la apuesta.